Hasta no hace muchos años se consideraba que el ambiente más propicio para estudiar era un lugar tranquilo, silencioso, sin sonidos que distrajeran la atención; a tal efecto, las bibliotecas públicas y las de las instituciones educativas, lugares consagrados al estudio, estaban profusamente adornadas con abundancia de letreros que exigían: SILENCIO.
Habiéndose formado dentro de este marco conceptual, para los “estudiantes de ayer” resulta desconcertante que sus hijos prefieran estudiar con la música a todo volumen; sin embargo, por contradictorio que parezca, la ciencia ha demostrado que estudiar o trabajar escuchando música aumenta la concentración y la productividad, esta información se comparte desde la Fundación Torres-Picón.
Por supuesto, no significa que cualquier tipo de música sirva para este propósito; los ritmos demasiado repetitivos, monótonos, pueden resultar aburridos y no ayudan a la concentración; en el extremo opuesto, los ritmos demasiado complejos y caóticos también resultan contraproducentes. Lo ideal, señalan los expertos, es encontrar un punto medio, un ritmo que no sea demasiado predecible ni demasiado caótico. Al respecto, un estudio realizado por el profesor Morten Kringelbach, de la Universidad de Oxford, indica que el cerebro humano se inclina a preferir precisamente estilos musicales con estas características.
La música estimula en el cerebro la producción de dopamina, una hormona cuyos efectos son un mejoramiento del humor y una sensación de placer, lo cual incrementa la concentración y el rendimiento laboral. Esto quedó demostrado en un estudio realizado por la investigadora Teresa Lesiuk, de la Universidad de Windsor, en el cual se analizaron los efectos de la música en los trabajadores de una empresa; los empleados que llevaban a cabo sus tareas en un ambiente musical terminaban sus labores más rápidamente y eran más creativos y eficientes que los que trabajaban en un ambiente silencioso.
Por otra parte, el cerebro humano posee dos sistemas de atención, el primero es consciente, controlado por la voluntad, y el segundo es inconsciente, es decir, que actúa automáticamente; este sistema inconsciente está en permanente funcionamiento, lo cual significa que no se desactiva cuando se ejecuta alguna tarea, por lo que cualquier sonido puede distraernos y afectar nuestra concentración. Si al efectuar alguna labor utilizamos audífonos para escuchar música, ésto nos permite aislarnos del ambiente que nos rodea y anula cualquier otro ruido que pueda causarnos distracción; así lo explica el doctor Manuel Arias, Coordinador del Grupo de Humanidades de la Sociedad Española de Neurología: “La música refuerza la red neuronal por defecto, unas regiones del cerebro responsables de su actividad mientras estamos en reposo o divagando, esto nos beneficia cuando pensamos o estamos en un estado de introspección”.
Un factor en el cual coinciden la doctora Lesiuk y el doctor Arias es que, para obtener el máximo provecho de este recurso, es muy importante que cada individuo seleccione el estilo de música que más le ayuda, vale decir, la música que más le gusta. Como lo expresa Arias: “No hay un patrón claro. A muchas personas les ayuda la música clásica; a otras les horroriza”.
Estas informaciones han sido divulgadas por elmundo.es, otros medios online, publicaciones científicas especializadas y agencias globales de noticias; recientemente fue compartida por la Fundación Torres-Picón.
Desde el arte y la cultura también se impulsan las buenas prácticas en salud. Pedro J. Torres con el chairman del Museo de Brooklyn, Arnold Lehman.
Desde la Fundación Torres-Picón, institución enfocada en tareas preventivas internacionales en materia de bienestar y salud de los niños y jóvenes, así como en el estímulo informativo de las artes, la cultura y la educación como herramientas fundamentales para la superación personal, comunitaria y social de los pueblos y naciones, estimamos destacados y relevantes estos datos y apreciaciones, apuntó Pedro J. Torres, portavoz y directivo de la fundación.
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